Actividad física y cáncer: prevención y recuperación para pacientes y supervivientes

actividad física y cáncer

La actividad física y cáncer están más relacionadas de lo que muchos imaginan. Durante décadas se consideró que el reposo era fundamental para las personas con diagnóstico oncológico, pero hoy la ciencia demuestra lo contrario: moverse es clave no solo para prevenir la enfermedad, sino también para mejorar la tolerancia a los tratamientos, reducir efectos secundarios y favorecer la recuperación integral.

El ejercicio, adaptado a las condiciones y fases de cada paciente, se ha convertido en una herramienta terapéutica esencial. Médicos, fisioterapeutas y entrenadores coinciden en que la actividad física supervisada mejora la calidad de vida y el bienestar emocional de quienes conviven con el cáncer o han superado la enfermedad.

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Por qué la actividad física es clave en la prevención del cáncer

El vínculo entre actividad física y cáncer comienza mucho antes del diagnóstico. Estudios internacionales muestran que las personas físicamente activas tienen menor riesgo de desarrollar varios tipos de cáncer, como el de mama, colon o endometrio.

El ejercicio regular contribuye a regular los niveles hormonales, mantener un peso saludable, mejorar la sensibilidad a la insulina y fortalecer el sistema inmunitario, cuatro factores que reducen significativamente la probabilidad de aparición de tumores.

Además, una rutina de actividad física previene el sedentarismo, uno de los grandes enemigos de la salud moderna. Incluso caminar 30 minutos al día puede marcar una diferencia notable en la prevención.

mujer mayor haciendo ejercicios de pelota de gimnasia en el gimnasio

Durante el tratamiento: moverse para tolerar mejor la terapia

En fases activas de tratamiento, la actividad física debe abordarse de forma personalizada. La fatiga, las náuseas o la debilidad muscular suelen generar miedo al movimiento, pero el ejercicio controlado puede mejorar la respuesta al tratamiento y disminuir efectos adversos.

Un estudio de la American Cancer Society, sobre la actividad física y cáncer, destaca que el ejercicio aeróbico moderado y el trabajo de fuerza ligera mejoran la función inmune, reducen la inflamación sistémica y alivian la sensación de fatiga crónica.

Ejemplos de ejercicios recomendados:

  • Caminatas suaves o en cinta.
  • Ejercicios con bandas elásticas.
  • Sesiones de movilidad y respiración.
  • Clases adaptadas de pilates o yoga oncológico.

La clave es adaptar la actividad física a la capacidad y condición médica del paciente, siempre bajo supervisión profesional.


Después del tratamiento: reconstruir cuerpo y mente

La fase de supervivencia al cáncer requiere una atención especial. Muchas personas experimentan una sensación de “vacío” o desconexión con su cuerpo tras la terapia. Aquí, la actividad física cumple un papel emocional profundo: ayuda a recuperar la autoestima, fortalecer músculos debilitados y recuperar energía vital.

El entrenamiento postoncológico combina fuerza progresiva, trabajo cardiovascular y movilidad, siempre con un enfoque consciente del cuerpo.
La mejora no solo se refleja en el estado físico, sino también en el estado anímico y la percepción de control sobre la propia salud.

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Salud mental, autoestima y ejercicio oncológico

La relación entre actividad física y cáncer va más allá de lo fisiológico. Moverse reduce los niveles de ansiedad, mejora la calidad del sueño y fomenta la sensación de pertenencia social. Las clases colectivas o los programas de ejercicio en grupo ofrecen apoyo emocional y refuerzan la confianza.

Según Psycho-Oncology Journal, los pacientes que practican ejercicio durante o después del tratamiento reportan menor depresión y una recuperación emocional más rápida.


Recomendaciones para introducir la actividad física durante y después del cáncer

  1. Consulta médica previa: Antes de iniciar cualquier programa de ejercicio, es esencial que un especialista evalúe el estado físico y posibles limitaciones.
  2. Comienza despacio: La progresión gradual es clave. No se trata de intensidad, sino de constancia.
  3. Combina fuerza, cardio y movilidad: Estos tres pilares mejoran la función cardiovascular, muscular y mental.
  4. Escucha tu cuerpo: Algunos días el descanso también forma parte del proceso de recuperación.
  5. Entrena acompañado: El apoyo de un entrenador especializado o un grupo puede marcar la diferencia.
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Actividad física y cáncer: la ciencia detrás del movimiento

Cada vez más hospitales incorporan programas de ejercicio en sus unidades de oncología. Estudios del National Cancer Institute y la Universidad de Harvard respaldan que la actividad física y cáncer reducen la mortalidad específica en cáncer de mama y colon entre un 30% y 40%.

El movimiento regular mejora la oxigenación de los tejidos, reduce la resistencia a la insulina y estimula la producción de mioquinas, sustancias con efecto antiinflamatorio y antitumoral.

En términos sencillos: moverse ayuda a tu cuerpo a defenderse mejor, incluso en las etapas más difíciles.

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Conclusión: moverse también es sanar

Entender la conexión entre actividad física y cáncer es comprender que el ejercicio no es solo prevención, sino parte del tratamiento. Es energía, esperanza y recuperación.
En OKEYMAS creemos que cada persona puede encontrar su forma de moverse, sin importar su punto de partida. Porque entrenar, en este contexto, es también una forma de vivir mejor.

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